Hasta el fin de semana pasado se ha podido visitar una de las exposiciones más polémicas que han pasado este año por Madrid, una selección retrospectiva de la obra de Balthus, uno de los grandes maestros del siglo XX, en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.
Es una de esas exposiciones a la que nunca le ha faltado la polémica por donde quiera que haya pasado, con sus admiradores y detractores, censurada recientemente en Alemania y en algún que otro lugar. Se llegaron a recoger unas 12.000 firmas pidiendo la retirada de su “Thérèse soñando” del Metropolitan de Nueva York.
Personalmente reconozco haber tenido una gran confusión de sentimientos al contemplarla, rápidamente te das cuenta que tienes delante a uno de los grandes, con un sello de identidad muy marcado, sus obras suelen ser figurativas, pero con cierto surrealismo, mezcla de obras inquietantes de contrastes fuertes, oscuras, y otras en cambio sosegadas, de tonos pasteles y de gran ensimismamiento. influencias de cuentos infantiles del siglo XIX, personajes como congelados en el tiempo, algunas obras con sensación bidimensional y también obras paisajísticas de gran belleza. Influencias del arte del Quatrocento, del Quintoecento, de pintores como Caravaggio, también de Pussin, Courbet, incluso Goya o Zurbarán…. aunque con un estilo propio, independiente, escorado más bien hacia el surrealismo.
El montaje de la exposición impecable, ajustado a la obra, con mucha clase, donde la mayoría de sus cuadros resultaban de una plasticidad artística admirable. Aún así, cuando finalicé la visita la sensación fue un poco confusa, parecía tener claro que había visto una buena exposición, y que si alguien veía algo sucio en ella era porque su mente no estaba lo suficientemente ordenada, pero la sensación no terminaba de ser placentera.
Después de madurar y reflexionar sobre la obra de Balthus, aunque no soy partidario de la censura, creo que hay un mensaje subyacente del que difiero bastante y que me gustaría analizar: