El 4 de febrero de 2013, cumplía la friolera de 50 años, por aquel entonces el grupo de amigos decidimos de hacer en cada uno de nuestros cincuenta cumpleaños una celebración especial, y así lo hicimos ese día, hicimos una fiesta ochentera donde los homenajeados fuimos mi amigo Antonio y la persona que escribe este relato, los dos cumplíamos 50 años con muy pocos días de diferencia, lo pasamos en grande.
Y diréis qué tiene que ver esto con la montaña, bueno pues el regalo que me hicieron mis amigos fue un piolet semitécnico de travesía, el piolet es una de las herramientas básicas de cualquier montañero que practique montañismo en nieve, ese piolet no lo he soltado desde entonces y me ha acompañado en todas las expediciones de altura, casi una década, y os puedo asegurar que es muy especial para mí.
Hasta aquel entonces nos movíamos prácticamente por la sierra de Gredos, a partir de ahí ese mismo año, ascendí mi primer tres mil, el Aneto con 3.400 m., luego vino el sueño de las cumbres más altas de cada continente, pero para hacerlo previamente había que hacer un cuatro mil como mínimo, y estaba claro el candidato: El Mont Blanc (4.808 m.), se lo comenté a varios amigos aficionados al tema y entre ellos a mi amigo Jesús Hidalgo que quedó fascinado con la propuesta, Jesús se lo comentó a Fran Pascual y los tres nos pusimos manos a la obra con el proyecto.

La temporada 2013/2014 fue tremenda, hicimos más de una veintena de cumbres como preparación, se aproximó la fecha y bueno por temas de agenda y otras cuestiones cerramos la expedición para el mes de julio 2014, del 16 al 22, un poco ajustados de fecha, pero aun así, teníamos previsto dos días de aclimatación y al tercer día iniciar la ascensión para llegar al medio día al refugio Gouter, descansar por la tarde y parte de la noche, antes de salir hacia la cima, el día de cumbre bajaríamos y dejábamos otro día de comodín, de descanso o para utilizarlo en caso de que el tiempo no nos hubiese dejado antes, pero conforme se iba aproximando la fecha, las previsiones meteorológicas cada vez se hacían menos halagüeñas.
Llegó el día de partir de casa, un 16 de julio de 2014, y las previsiones meteorológicas pronosticaban el acercamiento de una borrasca potente, no tendríamos ninguna opción, era un miércoles por la mañana, me encontraba trabajando, cerrando un montón de cuestiones en la oficina para poder irme tranquilo, salíamos a las 4 de la tarde de Villanueva de la Serena y se me ocurrió avisar a mi amiga Francis, técnico de turismo, para que me ayudase a cambiar la reserva del refugio y adelantarla antes del inicio de la borrasca con el fin de tener alguna opción de cumbre, y así lo hicimos, conseguimos cambiar la fecha, pero este cambio implicaba que si queríamos intentar hacer cumbre tendríamos que saltarnos íntegramente el período de aclimatación.
Eran las cuatro menos algo de la tarde y estaba todavía en el trabajo. Me fui a casa rápido, cogí las cosas, pasamos a recoger a Fran, luego nos largamos a Leganés a casa de un familiar de Jesús y allí pasaríamos la noche. El día siguiente a las cuatro de la mañana ya estábamos en pie, nos dirigimos al aeropuerto,

Cogimos un vuelo y aterrizamos en la ciudad de Ginebra (Suiza),

En el mismo aeropuerto tomamos un autobús que nos dejaría directamente en Chamonix (Francia), en el trayecto atravesamos la ciudad de Ginebra y pudimos contemplar una de las fuentes más grande del mundo, se encuentra en el lago Lemán a la altura de su desembocadura en el río Ródano, alcanza una altura de 140 m. y en funcionamiento mantiene en el aire más de 7.000 litros, el chorro sale a una velocidad de 200 km./h. El Jet d’eau (chorro de agua). El lago Lemán por su parte también bate records, es el lago más grande de Europa Occidental.

El recorrido hasta Chamonix no fue muy largo, creo recordar que no suponía más de hora y media, antes de llegar a nuestro destino pudimos contemplar desde el autobús unas imágenes impactantes del Mont Blanc, acojonaban realmente, Jesús y Fran fue la primera vez que tenían delante una mole de estas características y se quedaron realmente impresionados.

Llegamos a Chamonix y, salvando algún que otro inconveniente con el idioma, conseguimos alojarnos en un apartamento que previamente teníamos alquilado, el apartamento no era muy grande pero contaba con todo lo necesario, además de unas buenas vistas. El anfitrión era un personaje bastante pintoresco, alto y con unas enormes barbas rojizas, simpático y agradable, no tenía ni idea de castellano, Jesús y yo un escaso francés y Fran que se defendía en Inglés fue el que salvó la situación.

La tarde la pasamos dando una vuelta, conociendo la ciudad, y el día siguiente comenzaríamos directamente la escalada al Mont Blanc, «sin anestesia y sin aclimatar».
La ruta suele comenzarse en un lugar llamado Nido de Águilas, este sitio es una estación terminal de un tren cremallera, tren que se puede coger en distintos puntos, dependiendo de la hora del día.
Nos levantamos relativamente temprano, sin madrugar demasiado, el día estaba pletórico, sabíamos que tendríamos buen tiempo durante todo el día. Por la hora, la única opción que teníamos era coger un autobús hasta Les Houches, donde tomaríamos el telecabina de Bellavue que nos dejaría en una estación del tren cremallera a 1.800 mts. de altitud.


Este tren nos llevaría hasta Nido de Águila, donde nos apeamos, y donde la mayoría de los que bajamos iniciamos la ruta en dirección al Mont Blanc, la altitud en este punto es de 2.300 m.

El primer tramo entre Nido de Águilas 2.300 m. y el refugio de Tete Rouse a 3167 m, no albergaba mucha complicación salvo los casi 900 metros de desnivel.

El primer punto de referencia por el que teníamos que pasar es el refugio Tete Rouse a 3167 m., el desnivel ya se notaba, en la zona del refugio tete Rouse, ya nos encontramos con la primera cuenca de nieve, por lo que en una caseta de información turística que hay unos 100 m. antes, nos dispusimos a pertrecharnos: crampones, piolet, arnés,..



Al poco de pasar el refugio nos encontramos con el famoso paso de «la bolera», este tramo no tendrá más de 30 o 40 metros, pero consiste en atravesar horizontalmente una canal bastante empinada donde con frecuencia suelen caer piedras, unas veces pequeñas y otras que no lo son tanto (De ahí el nombre de la bolera, huelga decir quienes son los bolos…), es una zona donde han ocurrido demasiados accidentes, imagino que más que nada por el estrés de la situación. A mí me tocó la experiencia de recibir tres o cuatro “chinatazos” cuando cruzaba, pero sin mayor repercusión, es cuestión de pasar con tranquilidad, controlando la situación, y solo si ves caer una piedra de consideración apretar el paso.

Este paso es conocido en otros países como «the death coulair» (El corredor de la muerte), siendo considerado uno de los pasos más críticos de todo los Alpes, entre 1990 y 2017 se han producido 347 accidentes, entre ellos 102 muertos y 230 heridos.
En 2011 según observadores de día, se detectaron de media caídas cada 28 minutos, en 2018 hubo caídas de media cada 50 minutos y el 2019 cada 37, con la diferencia que a finales de verano en el mes de agosto suele haber desprendimientos de piedras mayores, esto creen que es debido al calentamiento global, se incrementa la inestabilidad en este paso hasta tal punto que desde el Ayuntamiento de Saint Gervais, en las fechas más calurosas del verano cierran el acceso al Mont Blanc por esta vía.

Desde la fundación PETZ se ha realizado un importante estudio científico sobre el riesgo en este punto negro de los Alpes, según el cual con el aumento de las temperaturas año tras año, esperan que los desprendimientos aumenten en intensidad y frecuencia, y como solución proponen que los montañeros que elijan esta ruta traten de evitar su paso de 13 a 22 horas. En el siguiente vídeo podéis haceros una idea:
Después de pasar «la bolera» entramos ya directamente en el corredor de Gouter, nos encontramos con un terreno mixto, grandes bloques de piedra, nieve y deshechos de piedras pequeñas, el terreno era para extremar las precauciones. Los crampones había que llevarlos puestos por la nieve, pero escalar por las rocas con los crampones no resulta cómodo, la mente no asimila esa prolongación de los pinchos del crampón, y hay que andarse con cuidado, el terreno de deshecho con esa inclinación también era para andarse con ojo y la nieve somera en algunas zonas podía provocar que te deslizases, a esto le sumabas otros grupos escalando y guías encordados a sus clientes, y había que tener algo más que los cinco sentidos para ir progresando.

Los últimos tramos antes de llegar al refugio del Gouter, eran de mayor verticalidad pero estaban equipados, y aunque podría dar más “yuyu”, en realidad lo que te daba era una mayor tranquilidad porque era casi como una vía ferrata, al menos a mí me dio una mayor relajación.

Hacía calor, el esfuerzo y la falta de aclimatación ya se notaba y el cansancio empezaba a hacernos mella, pero como el que no quiere la cosa aparecimos en el antiguo refugio de Gouter, a partir de ahí las piedras desaparecían y estaba de nieve a tope, ya se veía el refugio nuevo de Gouter,


su aspecto es como de una nave espacial suspendida en un abismo, una auténtica pasada, el hecho de ascender de manera prácticamente vertical entre las rocas y que te pudieses encontrar al final con esa especie de platillo volante, era una situación surrealista totalmente.



El refugio de Gouter se encuentra a 3.800 m. y estaba recientemente estrenado del año anterior.
Recorrimos la corta distancia en horizontal que hay de un refugio a otro (unos 200 m.), llegamos al medio día, completamente agotados, subir hasta los 3.800 m con todo el sol pegando y sin aclimatar, no fue sencillo pero allí estábamos. Comimos y nos relajamos durante toda la tarde. Por la noche había que acostarse temprano porque a las dos de la madrugada estaríamos en pie.

Las habitaciones tenían varias literas pero las paredes no llegan hasta el techo, todas la dependencias para dormir están comunicadas, con lo cual la orquesta sinfónica por la noche está asegurada.

Esa noche entre los nervios, la falta de aclimatación afectando a la cabeza y la orquesta sinfónica, no fue plácida para ninguno de nosotros precisamente.
Sonaron los despertadores y nos levantamos prácticamente sin dormir, nos levantamos, desayunamos en los comedores y nos bajamos a la planta de las taquillas para pertrecharnos.

Cuando nos dimos cuenta estábamos prácticamente solos, nos encordamos y con muchos nervios nos dispusimos a salir en mitad de la noche y a 3.800 m. con nuestros frontales.
La situación del refugio está en una especie de balconada donde el aire cuando sopla se nota en condiciones, al salir la primera sensación fue bestial, el crujir de la nieve hecha hielo, el aire apretando bien y el desfile de frontales subiendo hacia la dome de Gouter.
A medida que avanzábamos y salíamos de la balconada, el viento aflojaba, subíamos bien, parando en alguna ocasión para no perder la coordinación del ritmo entre los tres y tomar algo, tuvimos que salvar una buena rampa hasta la dome de Gouter, desde allí pudimos ver el refugio de Avalot, pero antes durante el trayecto nos encontramos con algunas grietas que hubo que salvar.

El momento en el que alcanzamos la Dome de Gouter fue cuando empezó a clarear el día y cuando el frío se hizo más intenso, es un punto en el que dejas de subir, llaneas un poco, incluso bajas antes de seguir subiendo hasta el refugio Avalot, con lo cual el cuerpo realiza menos esfuerzo y por ende genera menos calor, y al coincidir el momento del alba, la sensación de frío fue potente, en ese momento también pudimos contemplar como una gigante nube lenticular se iba adueñando de la cima de la montaña.



Cuando llegamos al refugio Avalot, se accede como por una trampilla, entramos dentro, y la primera impresión es que hacía más frío dentro que fuera, es un refugio como metálico, que te quita de las inclemencias de fuera, pero las temperaturas dentro del refugio eran frías de narices (Por no decir lo que me pide el cuerpo). Pero bueno, nos relajamos un poco, estuvimos comiendo, yo me puse otra capa (prenda de ropa) que traía en la mochila, y el frío lo pude amortiguar bastante.

Llegó el momento de salir y Fran dijo que él no se encontraba con las fuerzas suficientes de subir y bajar, llevábamos tres días durmiendo muy poco, él decía que prácticamente nada, además el tiempo no estaba claro, se estaba poniendo demasiado oscuro y ya tuvo una mala experiencia en Pirineos que no quería volver a repetir, por lo que decidió quedarse un rato en el refugio Avalot y luego bajar al refugio Gouter, un lugar mucho más confortable para esperarnos.
La oscuridad que se estaba produciendo era por una nube lenticular agarrándose a lo que nos quedaba de montaña por ascender, eso sí era gigante y cada vez cubría una parte mayor de la montaña.
Aunque dicha nube se estaba apoderando de la montaña y la oscuridad era cada vez mayor, no lo consideré como demasiado amenazante, las previsiones eran que la borrasca llegaría al día siguiente, así que mi apreciación era que no significaba una gran amenaza. Además en el caso de que la cosa se pusiese fea, nunca estaríamos demasiado lejos del refugio Avalot, y tanto Jesús como yo, nos encontrábamos con fuerzas suficientes, por lo que decidimos seguir subiendo.

Nos encordamos los dos y salimos por la trampilla al exterior, encaramos una rampa con bastante inclinación pero el paso de los montañeros anteriores nos habían dejado una escalera perfectamente hecha, la nube que rodeaba la montaña cada vez estaba más espesa, la mayoría de la gente se daba la vuelta, pero nosotros continuábamos,


es cierto que había una escasa visibilidad pero habíamos cogido la arista, y lo que nos quedaba por recorrer no tenía perdida ninguna, simplemente había que continuar la arista hasta la cima.

El esfuerzo era cada vez mayor, la falta de aclimatación se notaba, había hecho toda la montaña de primero en la cordada, estábamos llegando al final y tenía que realizar pequeñas paradas cada pocos pasos para llenar bien los pulmones, Jesús que se encontraba más suelto, pasó delante y yo ocupé su lugar, nos habíamos quitado las gafas porque con el espesor de la niebla no se veía nada, íbamos bien, con fuerzas, pero el paso era mucho más lento, sin darnos cuenta casi estábamos a pie de cumbre. Vimos a un grupo de montañeros parados donde ya no había más altura, Jesús gentilmente me volvió a cambiar el puesto para que volviese al primer lugar de la cordada para que yo hiciese los honores de hacer cumbre, todo un gesto por su parte, así pues, hicimos cumbre los dos. La cima es prácticamente horizontal, simplemente la arista alcanza su punto más alto. En la cima solo vimos una especie de ramillete de tiras que alguien la dejaría allí, y un grupo de montañeros, creo que eran belgas o algo así, no recuerdo muy bien, la cuestión es que aprovechamos para que nos sacaran unas fotos testimoniales de cumbre.


Las vistas fueron nulas prácticamente, en algún momento el azul del día se apreciaba por encima de nuestras cabezas, parecía que iba a despejarse de nubes, pero finalmente volvió a oscurecerse y la verdad es que vistas, vistas, no vimos ninguna, pero la sensación de hacer cumbre en esas condiciones os aseguro que fue potente, lo celebramos y disfrutamos de la cumbre durante unos minutos, testimoniamos la altitud en el GPS que nos había dejado Fran y nos dispusimos a bajar.

Al bajar vimos un claro en la nube y un grupo descansando, aprovechamos e hicimos nosotros lo mismo, descansamos a comer algo, desde allí se podía ver la Aiguille du Midi, las vistas impactaban aunque no fuesen de la cumbre.



Nos acordamos de Fran y que podría estar preocupado, así que la parada fue corta y nos dispusimos a bajar. El cansancio iba haciendo mella, pero teníamos que llegar cuanto antes, no parábamos de pensar en Fran y lo preocupado que podía estar.
Cuando pasamos el refugio de Avalot y la Dome de Gouter, el viento empezó a hacer acto de presencia, pero con una virulencia fuera de lo normal, cuando estábamos a unos 200 ó 300 metros del refugio Gouter, las ráfagas de viento eran tremendas, por encima de los 100 km./h. seguro, nos veíamos en la necesidad de clavar nuestros piolets en la nieve, amarrarnos agachados y agazapados hasta que pasaba la ráfaga y podíamos avanzar unos metros más, así hasta que conseguimos llegar al refugio.
En cuanto llegamos vimos a Fran que se quedó bastante más tranquilo al vernos, nos paramos a comer algo, mientras uno de nosotros fue a preguntar por el tiempo y nos comentaron que la tormenta prevista se adelantaba, el mal tiempo empezaría a hacer acto de presencia ya, y lo malo es que las previsiones eran que no pararía en al menos 3 días, así que sin descansar prácticamente, recogimos nuestros bártulos y nos dispusimos a la marcha nuevamente, había que salir del corredor de Gouter y la bolera cuanto antes, era una zona peligrosa para andar con tormentas y más de bajada, fue ponernos a bajar el corredor de Gouter y ponerse a nevar, bajamos el corredor despacio pero lo bajamos bien,

Pasamos la bolera y el refugio de Tete Rouse, y a partir de ahí el terreno era más fácil de llevar y menos peligroso, el tiempo también amainó, pero teníamos que llegar a nido de Aguila antes de la 5 de la tarde porque era el último tren que pasaría, así que nos tuvimos que poner las pilas para llegar a tiempo, finalmente conseguimos llegar a la hora, Fran mucho mejor que nosotros, que estábamos completamente destrozados.
Por fin pudimos coger el último tren del día, y disfrutar del paisaje mientras nuestros cuerpos lo hacían del merecido descanso.


Estamos en 2022, ya hace casi una década de esta expedición, fue mi primera gran montaña y una gran lástima no tener las vistas de cumbre, pero a cambio me llevé un aventurón y unos días inolvidables junto a dos grandes montañeros y amigos, Fran y Jesús.
EVIDENCIAS DEL CAMBIO CLIMÁTICO EN LAS MONTAÑAS
Aunque no tenga nada que ver con la ascensión al Mont Blanc, he creído conveniente incluir este apartado por la emergencia climática. Los que practicamos el deporte del Alpinismo lo venimos advirtiendo hace bastante tiempo, pero las evidencias son ya tremendas. Durante estos días en casi todos los medios es noticia que Europa está sufriendo de forma más acusada el cambio climático. El diario el País publicaba el pasado 4 de noviembre de 2022, un artículo de Manuel Planelles (Periodista especializado en información sobre cambio climático, medio ambiente y energía) haciéndose eco de un informe de la Unesco advirtiendo de que, en tres décadas unos 460 glaciares patrimonio de la humanidad habrán desaparecido, entre ellos algunos como el del Monte Perdido en Pirineos, Los Dolomitas en Italia, el Kilimanjaro en África, o los parques Yellowstone y Yosemite en América.
Este verano en los Alpes, al menos en las dos montañas más emblemáticas, el Mont Blanc y el Materhorn (Cervino), los guías de montaña han tenido que parar su trabajo por la inestabilidad de la montaña y el peligro constante de aludes. El riesgo elevado que esta situación suponía para sus clientes hacían inviables la ascensiones de estas montañas por sus rutas normales.
Ya comenté en su día en otro post, y no me importa volver a comentarlo, que la primera vez que visité el glaciar de la Mer de Glace, en el macizo del Mont Blanc, fue en el año 1991, de ahí a la última vez que lo visité, que fue en el año 2014, había sufrido un cambio brutal, tenían una marca que indica la bajada de espesor del glaciar de 70 metros, imagino que en estos ocho años habrá descendido bastante más.

Este hecho aunque tiene sus repercusiones actualmente, es tan solo una anécdota de lo que podrá suceder en el futuro si no le ponemos solución al calentamiento de la Tierra.
El informe de la Unesco sostiene que el calentamiento actual de la Tierra, desde la etapa preindustrial hasta ahora, es de 1,1 grados Celsius, el objetivo más ambicioso del Acuerdo de París, tiene como objetivo limitar el calentamiento global a los 1,5 grados Celsius, solo así podríamos tratar de frenar que siga progresando el calentamiento global de la tierra, pero para ello, según Manuel Planelles, es imprescindible que la humanidad deje atrás lo antes posible los combustibles fósiles: el petróleo, el gas y el carbón.
El cambio climático ya es una evidencia indiscutible, es necesario que nos concienciemos todos, se lo transmitamos a los gobernantes y que estos se dejen asesorar por técnicos y científicos para tratar de buscar soluciones urgentes.
josechu PR