Nací tal como un lunes, 4 de febrero de 1963, en la localidad de Villanueva de la Serena, (provincia de Badajoz, Extremadura, España), en el seno de una familia humilde y muy numerosa.
Por aquel entonces, Villanueva de la Serena era una localidad dedicada principalmente a la ganadería y la agricultura. Los años transcurrían con cierta tranquilidad, aunque no para todos evidentemente: algunos vecinos aún se encontraban encarcelados por tener ideologías contrarias al régimen Franquista. A pesar de ello, en la década de los 60 se hablaba de un «desarrollismo económico en España«, pero a su vez también de grandes desigualdades entre las regiones. En Extremadura se trata de una década oscura, cerca de 400.000 personas se ven obligadas a emigrar a otras ciudades españolas más industrializadas como Madrid, Barcelona o Bilbao, entre otras, también a otros países como Francia, Alemania o Suiza, entre otros.
No obstante, mis padres más o menos funcionaban y aunque nuestra economía no era para tirar cohetes y no teníamos lujos (evidentemente tampoco los echabas de menos porque sencillamente no se veían…), sí existía una cierta estabilidad en el seno familiar que me permitió vivir una infancia feliz en medio de una familia super numerosa y de la que me siento muy orgulloso. En ella convivía junto con mis padres, un abuelo, un tío abuelo, una tía abuela, nueve hermanos y no faltaban por supuesto algunos animales domésticos: perro, varios gatos, algún canario que otro, algunas gallinas y puntualmente algún cerdo o borrego, sin contar con el pavo de navidad o los gusanos de seda en la época de las moras, a esto le añadías una calle donde coincidíamos con una familia vecina tan numerosa como la nuestra y donde además concurríamos con bastantes críos de calles colindantes en edades similares (Un lujazo para cualquier crío, era fantástico…)
Pero el año de mi nacimiento, 1963, sucede algo en el mundo mucho más importante, acontece un hecho muy relevante en la humanidad que quiero destacar por dos razones: primero porque, en parte, tendrá que ver con el contenido de este blog y segundo, porque me enorgullece hacer eco de uno de los mejores discursos de la historia:
- Martin Luther King Jr. pronuncia su discurso “Yo tengo un sueño” desde las gradas del Monumento de Lincoln, ante una multitud de aproximadamente 250.000 personas. La Marcha a Washington por los derechos civiles tenía el fin de presionar al Congreso para que sancionara un proyecto de ley de igualdad de oportunidades y pusiera fin a la segregación y la discriminación.